La clave de la transición multipolar yace en la apertura de un “Frente Ibero-Americano”, es decir, el desplazamiento del centro de gravedad de la competencia entre potencias de Eurasia a la propia masa continental americana. La pregunta es, ¿Cuáles serán las reacciones de los Estados Unidos? la indiscutible superpotencia “campeona” del sistema internacional desde al menos 1945.
Afro-Eurasia es el principal, pero no el único escenario de la rivalidad actual entre grandes potencias. Las “Proxy wars”, insurgencia, golpes de Estado, guerras híbridas, también vienen afectando al hemisferio occidental, ya que el viento de cambio geopolítico también sopla en América Latina. Los actores que aprovechen tal oportunidad podrían hacer caer las ultimas fichas de dómino de todo un orden.
Los Estados Unidos ha tenido éxito donde otros imperios han fracasado, en la construcción de una hegemonía global casi perfecta. Tal dominio mundial fue en gran parte posible gracias a que los Estados Unidos ejercieron una influencia y predominio casi completo sobre sus vecinos del sur durante más de un siglo. Sin embargo, los cimientos de la superioridad estratégica estadounidense ahora se están desvaneciendo a medida que se intensifica la competencia entre grandes potencias.
Usando analogías, si el dólar es el corazón de la hegemonía estadounidense, América Latina y el Caribe es su caja torácica. Tanto para las personas como para los Estados, cualquier lesión al tórax hace que el corazón sea más vulnerable. Entonces, solo puede haber una conclusión: las fuerzas que propugna por una transición multipolar deberían trasladar el principal campo de disputa de Afro-Eurasia hacia la masa continental americana.
Quien controla el continente controla el mundo
Los politólogos todavía debaten si Estados Unidos es un imperio o no. La respuesta es SI: Estados Unidos es un imperio, aunque de un modo extraoficial. En pos de la claridad: en geopolítica, el término «imperio» tiene un significado descriptivo neutral. Cada imperio tiene una fecha de fundación, y Estados Unidos no es la excepción. El paso de nación a imperio fue en 1823, año de la Doctrina Monroe, del que se cumplen 200 años. Es imposible entender la historia moderna de América Latina sin mirar atrás al 1823. Las Guerras Bananeras, las dictaduras militares, el colonialismo económico, las guerras civiles, las intervenciones militares están todas ligadas a la Doctrina Monroe.
Los gobiernos de los Estados Unidos son recelosos de América Latina porque son muy conscientes de que su superioridad estratégica global se deriva de su condición de “Comandante en Jefe de todo un Continente”. Se trata de una particular hegemonía basada en una mezcla de elementos materiales e intangibles, metafísicos, representados estos últimos por ejemplo en la difusión de religiones y de ideas políticas utilizadas para “Americanizar” los pueblos latinoamericanos, como el dinero para financiar iglesias evangélicas en una región tradicionalmente católica, hasta movimientos progresistas que contribuyen al objetivo común de (Pan)“Americanizar” la política latinoamericana.
A menudo se pasa por alto el factor espiritual de la hegemonía estadounidense sobre América Latina. Pero no en vano fueron las iglesias evangélicas las que hicieron posible una serie de cambios sociales, culturales y políticos en los últimos tiempos, desde el impulso e instalación en la región de la Teología de la Prosperidad protestante (en clara contraposición con la Doctrina Social de la Iglesia Católica) con el consecuente cambio de percepción hacia los EEUU. Los dos mayores ejemplos de las implicancias de esta transformación reciente son el “fenómeno” Bolsonaro en Brasil (2018) y el rol del movimiento evangélico en el golpe de Estado de 2019 en Bolivia.
El politólogo estadounidense Nicholas Spykman es famoso por haber dicho que: «Quien gobierna Eurasia controla los destinos del mundo». Este argumento si bien cierto, ya que primero el imperio británico y luego los EEUU ascendieron a la cima del sistema internacional luego de jugar sus fichas en el “Gran Juego” Euroasiático, hay un elemento que falta. De hecho, la experiencia norteamericana demuestra que sólo aquellos que controlan su hemisferio o su continente pueden pretender gobernar el mundo. Por lo tanto, es importante que Estados Unidos defienda y preserve la Doctrina Monroe en las ideas como en los hechos, así como es necesario para quienes buscan una transición multipolar la desafíen.
No puede haber un mundo unipolar sin la Doctrina Monroe
A medida que se intensifica la rivalidad entre las grandes potencias, el hemisferio occidental se está convirtiendo cada vez más en la manzana de la discordia. Hasta cierto punto, si bien vigente, la doctrina Monroe ya no es lo que era: algunas ex repúblicas bananeras de America Central (como Nicaragua) hoy resisten a los intentos de “cambio de régimen”, y potencias extra-regionales cuestionan la primacía de los EEUU in situ. Todo esto sucede en el contexto de la vitalidad de movimientos sociales, culturales y políticos que buscan mayor autonomía para sus países.
Quizás la indicación más clara de las dificultades que ha enfrentado Estados Unidos en el extranjero cercano es el fracaso de la estrategia de máxima presión de la administración Trump sobre lo que el asesor de seguridad nacional de Trump, John Bolton, llamó la «troika de la tiranía», es decir, el triángulo Caracas – La Habana – Managua. Aunque por ahora los Estados Unidos han logrado “congelar” el proyecto del Canal de Nicaragua, de todos modos no ha podido detener procesos como el regreso de la “Marea Rosada”, ni ha detenido los proyectos de Rusia y China (destacándose la iniciativa de la Franja y la Ruta) en la región.
El fracaso a corto plazo de la estrategia estadounidense es importante por la siguiente razón: lo que sucede en América Latina es tan importante como lo que sucede en Europa y el Pacífico, los otros dos puntos de apoyo de Washington.
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el «Pívot Europeo» es útil en el contexto de la doble contención de Alemania y Rusia, un legado reelaborado del “Gran Juego” europeo del Imperio Británico.
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La «cabeza de playa» en el Pacifico sirve para mantener a Japón en la esfera de influencia estadounidense y evitar que China se convierta en una potencia marítima a través de la estrategia de la cadena de islas.
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la «Retaguardia Latinoamericana» es la ciudadela que protege la “Ciudad en la Colina”.
La clave de una transición multipolar es la apertura del frente latinoamericano, es decir, el desplazamiento del centro de gravedad de la gran competencia de potencias de Eurasia al Continente Americano. La pregunta es, ¿los rivales de los estadounidenses estarán dispuestos o podrán hacerlo?
La presión de los EEUU sobre America Latina es constante, pero como la evidencia lo demuestra la influencia de otras potencias en la región (con el paradigmático caso de China), así como las propias dinámicas contestatarias de los pueblos y sus liderazgos hacen que la inferencia final sea que no será una disputa sencilla.