Texto: Entre Eddas Y Sagas: El mundo literário del norte medieval

            Santiago Barreiro (CONICET)

            El mundo literario del norte medieval resuena en la cultura popular contemporánea. A veces el eco obvio: tenemos películas sobre Thor, dios del trueno, series sobre Vikingos, películas sobre hombres del Norte. A veces es más indirecto. Asi, hay que conocer algo sobre la lengua antigua del norte para saber que Hallbrand (“Espada del salón”) es un nombre de pila antiguo nórdico, al igual que Gandalf (“Elfo de la vara mágica”) y Durin (“El que duerme”; los enanos de la Tierra Media suelen llevar nombres tomados de la mitología escandinava), por mencionar a dos personajes del mundo audiovisual tolkieniano que hoy circulan por nuestras pantallas.[1]

            Esta popularidad y recurrencia cotidiana de ese norte medieval no suele condecirse, en el mundo iberoamericano al menos, con mayor y mejor acceso al conocimiento sobre ese universo literario, cultural, histórico. Esto es quizás menos notable en castellano que en portugués, pero sigue siendo mucho más evidente que en el mundo anglosajón, germano, o incluso francés e italiano. Es verdad que muchos colegas y especialistas hacen un esfuerzo notable por revertir esta situación, pero la imagen pública sigue siendo bastante confusa.[2] En buena parte del imaginario popular, los vikingos siguen llevando cascos con cuernos, sus barcos se siguen llamando drakkars (notable como un logro de la aberración fonética y poco más: las fuentes suelen utilizar langskip o knarr),  y la religiosidad precristiana se representa con una especie de panteón estable donde manda Odín (Óðinn, “el extasiado”, con una curiosa mutación del acento a la sílaba final) desde su trono en el Asgard (Ásgarðr, aquí el acento sobrevivió), y los creyentes buscan una muerte gloriosa para ir al Valhalla (deformación un tanto incomprensible de Valhǫll), y resisten con virilidad y obstinación los intentos por cristianizarlos. Todo mientras un skald recita sagas transmitidas oralmente y preserva así la memoria del pueblo de una generación a otra.

            Todas esa imaginería es insostenible históricamente y filológicamente, resabios de interpretaciones entre inexactas y disparatadas. Resulta, sin embargo inevitable para un historiador preguntarse sobre el origen de estas representaciones. Las causas, como de costumbre, son complejas y múltiples, pero aquí me centraré en la que me es más cercana. Y esta es la mala comprensión del lugar histórico desde el que interpretar las fuentes en lengua vernácula, local, sobre las que descansan en última instancia las lecturas sobre el Medioevo nórdico. Es un universo de cientos de textos de la más diversa extensión, entre los que destacan las famosas sagas y las no menos famosas obras llamadas Edda.[3]

            Empecemos por las sagas. Son, literalmente, historias. La palabra saga (el plural nominativo es sǫgur) proviene de una raíz asociada al verbo germánico para “decir, relatar”, como en inglés say, en alemán sagen, o el islandés segja. Pero las sagas que preservamos son obras literarias, y su sentido es el mismo que historia en castellano o portugués: tanto relato como construcción el pasado, tanto story como history.

Lo importante es que no están dichas más que a través de la escritura. Es verdad que pueden tener un trasfondo oral, tal como defienden algunos estudiosos.[4] Pero ese trasfondo está irremediablemente perdido y su reconstrucción es siempre especulativa: no parece nada probable que alguna vez pase a ser más de una posibilidad. En cambio, que en una mayoría de los casos estamos ante obras construidas directamente como literatura es una certeza hace ya ocho décadas.[5]

Son obras compuestas a partir de finales del siglo XII y por varios siglos por autores en su mayoría anónimos, pero a veces  nombrados y en algunos casos, muy conocidos. Son obras copiadas, alteradas, reescritas por otros tantos siglos por varias generaciones de hombres y mujeres, laicos y eclesiásticos. Son obras fundamentalmente de prosa, aunque en muchos casos incorporan versos, sea para dar legitimidad histórica a lo narrado o para hacer más dramática la narrativa. Y, finalmente, son obras que uniformemente fueron creadas y modificadas casi dos siglos después de la cristianización de Islandia (de donde proviene la inmensa mayoría de ellas), por lo que, naturalmente, su imagen sobre el pasado precristiano (incluyendo gran parte de la era vikinga, pero también el mundo de las migraciones de la antigüedad tardía continental) debe ser entendida como un universo primeramente literario, ficcional. Desde una perspectiva científica, lo razonable resulta plantear que, en principio, lo que un texto del siglo XIV diga sobre el mundo del siglo X habla de la imaginación del siglo XIV, no sobre la realidad del siglo X.

 Dicho de otro modo: los vikingos y los paganos de las sagas son solamente los vikingos y paganos que se imaginaban personas de siglos posteriores que, por regla general, nunca conocieron ni a un vikingo ni a un pagano. Y que no conocían a nadie que  los hubiese podido conocer, por la sencilla razón de que llevaban al menos varias décadas muertos antes de que cualquiera de sus contemporáneos naciese. Sumemos el hecho de que en la era vikinga, las personas eran centralmente ágrafas y, con alguna excepción como la poesía escáldica (a la que referimos debajo) o las breves inscripciones rúnicas, no poseían métodos para transmitir de manera confiable y fija sus conocimientos históricos.

Pero los hombres y las mujeres letrados de los siglos de la Edad Media central y tardía, en cualquier caso, deseaban hablar de esos vikingos y paganos, en parte porque los imaginaban como sus ancestros, lo que explica la tendencia de esta literatura en idealizar a los personajes del pasado, o al menos a tolerar lo que sus autores veían como evidentes fallas de carácter o creencia. Para eso, desde ya, recurrieron a varias herramientas: reutilizar material de la temprana documentación jurídica, hagiográfica y genealógica, que anteceden en un siglo a las sagas, a los poemas escáldicos (sobre los que volvemos más abajo), a la toponimia, o a adaptar motivos y temas de otras literaturas de su época, desde la Biblia a la literatura caballeresca francesa.[6] Principalmente, sin embargo, recurrieron a su imaginación y a su conocimiento de su propio contexto (que, en ocasiones sin mucho disimulo, trasladaban al pasado de sus narrativas); y probablemente (pero es imposible determinar en qué medida) a la tradición oral o la memoria popular..

            La misma lógica, con algunas reservas más, puede aplicarse a las Eddas. Estas son dos obras muy distintas y que agrupamos juntas más por los azares de la tradición intelectual que por rigor científico. Formalmente hablando, hay solamente una Edda, que hoy llamamos Edda de Snorri, Edda en prosa, o Edda menor.[7]  Compuesta en las primeras décadas del siglo XIII por el magnate y erudito islandés Snorri Sturluson, se la suele editar (recortada) como una especie de tratado de mitología. Pero esto no es estrictamente cierto. Snorri, ciertamente, recupera, ordena, sistematiza, interpreta, y casi con seguridad inventa toda una serie de mitos sobre los dioses precristianos, las familias llamadas Æsir y Vanir, y sobre sus antagonistas y subordinados, los Jǫtnar.

Esa creación de una mitología ordenada con Óðinn indiscutiblemente a la cabeza (lo que seguramente no coincide con el heterogéneo mundo de la practica precristiana: por ejemplo, tenemos casi la certeza de que en lo que hoy es Suecia, Freyr debió dominar el culto y el mito) no responde a una búsqueda por recrear la mitología, sino por dar las herramientas para producir poesía. Su Edda es un Ars poetica, un “arte de la poesía” como los que eran usuales en el mundo medieval latino, pero diseñado para los géneros locales, lo que hoy llamamos poesía “escáldica” (es decir, “poética”, en una curiosa redundancia), para lo que resulta necesario comprender en cierto detalle las imágenes e historias presentes en los mitos. A Snorri, profundamente cristiano y letrado, no le interesan los mitos de era pagana por sí mismos, sino por como ayudan a comprender y componer poemas de un estilo que intentaba revivir y popularizar. Su objetivo era ganar el favor del rey en la corte noruega, donde deseaba ser ungido como gobernante de Islandia, y toda su otra obra literaria debe entenderse así, empezando por su obra principal, la compilación de sagas sobre reyes noruegos llamada Heimskringla.

            Entre las fuentes de Snorri hay una serie de poemas que, afortunadamente, conservamos, principalmente en un manuscrito creado en Islandia en el último tercio del siglo XIII, uno de los tantos códices conocidos como Codex Regius. Por una confusión posterior, esta colección se conoce hoy como Edda poética o Edda mayor, el nombre más antiguo, Edda de Sæmundr, está afortunadmente en desuso: ya nadie atribuye la obra a ese erudito islandés temprano, Sæmundr Sígfusson el sabio.

Es cierto que buena parte de estos poemas, en una versión ligeramente distinta, sirvieron de fuente a Snorri, pero no hay razón para suponer que el magnate tuviera exactamente acceso a todos ellos, en particular porque hay fuertes sospechas de que varios de esos poemas son invenciones cercanas al autor del códice, compilado al menos veinte años después de la muerte de Snorri. Pero, por otra parte, buena parte de los poemas parecen ser versiones de versos arcaicos, que en algunos casos se remotan a principios de la era vikinga o incluso antes. Datar los poemas “éddicos” (como solemos llamarlos) es una tarea extremadamente compleja y quizás irresoluble, en buena medida porque son fácilmente alterables, y por ende cada poema puede incorporar varias capas de intervenciones, orales o escritas.

            Si bien ambas Eddas se utilizaron tradicionalmente como las fuentes principales para reconstruir la “mitología nórdica” y a partir de allí el “paganismo nórdico” o incluso un “paganismo germánico”, la tendencia actual es la inversa. Muchos estudios recientes prefieren evitar el pantano interpretativo tanto de la Edda de Snorri como de los poemas éddicos, que, estrictamente, son más útiles para entender la época en que fueron puestos por escrito, que para entender esa época previa. Obviamente, son fuentes demasiado ricas para prescindir totalmente de ellas, pero los especialistas actuales la suelen tratar con un cuidado inusual y una mirada profundamente crítica. Se apoyan en cambio en los crecientes hallazgos de la arqueología y en los poemas “escáldicos”, puesto que estos resultan más confiables como fuente histórica, dada su rigidez y complejidad compositiva (lo que hace complejo modificarlos) y su regular atribución a personajes datables históricamente.[8]

            Estos avances y perspectivas, hoy dominantes entre los estudiosos del mundo medieval nórdico que se centran en las fuentes escritas en lengua local, nos muestran una cierta paradoja. El pasado es mucho más complejo, incierto y heterogéneo que el que nos presentaba las lecturas de décadas pasadas (y que vemos pervivir en la cultura popular). Pero al mismo tiempo, nos presentan un pasado más rico, más vital y más interesante que el aburrido monolito cultural de “los vikingos paganos del norte”, que hoy, afortunadamente, vemos como una curiosidad obsoleta. El desafío para los especialistas, sin embargo, es trasladar las interpretaciones y lecturas actuales a la percepción del público amplio.

[1] Hallbrandr es un nombre corriente, mientras que tanto Gandálfr como Durinn son nombres específicamente mitológicos, tomados del principal poema mítico, Vǫluspá (“La visión de la adivina”). Existe traducción al castellano, en la Edda Mayor de Luis Lerate. Al portugués, en una versión de Pablo Gomes de Miranda, publicada en el primer número de la revista paraibana Scandia. Ambas resultan accesibles y de fácil lectura, aunque no particularmente precisas.

[2] Por ejemplo, tenemos obras como la traducción al portugués del principal poema anglosajón, Beowulf (acuñada por Elton Medeiro) o, ya en castellano, el Mitología Nórdica de Enrique Bernárdez y el Eso No Estaba En Mi Libro De Historia De Los Vikingos de Irene García Losquiño, por nombrar solo algunos volúmenes recientes y pensados para una audiencia amplia.

[3] La literatura vernácula del norte no se agota, desde ya, en estos dos tipos textuales. Para un panorama detallado, recomiendo particularmente el Eddas and Sagas, de Jónas Kristjánsson y el A Companion to Old Norse – Icelandic Literature compilado por Rory McTurk.

[4] La mejor y más detallada exposición contemporánea de esta postura  es la tesis de Gísli Sigurðsson, The Medieval Icelandic Saga and Oral Tradition.

[5] El texto crucial aquí es el estudio Hrafnkatla, publicado en 1940 por el eminente erudito islandés, Sigurður Nordal, y que prueba fuera de toda duda que los episodios de la Saga de Hrafnkell, el sacerdote de Freyr, son forzosamente ficticios, pese al tono realista y la supuesta objetividad de su narración.

[6] Esto es notable incluso en los textos que, a simple vista, parecen más profundamente localistas y típicamente nórdicos. Un buen ejemplo son los estudios sobre las influencias en la famosa Saga de Egill, hijo de Grímr el Calvo, como el clásico Litterære forudsætninger for Egils saga de Bjarni Einarsson, o el más reciente The Enigma of Egill de Torfi Tulinius, que muestran un sorprendente rango de relaciones literarias e influencias político-sociológicas  detrás de la construcción de esa saga. Existe una pionera traducción de la Saga de Egill al castellano, realizada por Enrique Bernárdez hace varias décadas y recientemente reeditada.

[7] Existe en traducción castellana de Luis Lerate, como Edda Menor, aunque (como es frecuente) solamente traduce las dos primeras partes, de interés mitológico, y omite la tercera (el “Catálogo de estrofas”). Existe además una bella pero muy inexacta traducción de la primera parte, conocida como La Alucinación de Gylfi, de la pluma de Jorge Luis Borges y María Kodama.

[8] Un buen ejemplo es el Myths of the Pagan North de Cristopher Abram, que existe en traducción portuguesa (Mitos do norte pagão: Os deuses dos nórdicos).


Publicado em 24 de novembro de 2022.

 

Como citar: BARREIRO, Santiago. Entre Eddas Y Sagas: El mundo literário del norte medieval. Blog do POIEMA. Pelotas: 24 nov. 2022. Disponível em: https://wp.ufpel.edu.br/poiema/texto-entre-eddas-y-sagas-el-mundo-literario-del-norte-medieval/. Acesso em: data em que você acessou o artigo.

 

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